Un sonido que te adentraba a las entrañas de la gran ciudad. La pérdida Tenochtitlán, en donde se cruzan millones de caminos dentro de un universo mágico de diversos personajes, todos parte de la misma locura. Todos esclavos del ritmo urbano, que combina norte con sur, y este con oeste, que une al rico y al pobre, y de paso se lleva al de en medio. Es un sonido real, lleno de faquires, amantes, gandallas, marchantes, transeúntes y sobre todo uno como digno espectador de un circo mágico que crea Maldita Vecindad.
Sé que ese México que retratan en sus primeros dos discos realmente existió. Del primero recuerdo poco, sin embargo se que existen esos rincones donde se esconden miles de historias cotidianas de amor, muerte, crónicas de humor y sobre todo aventuras de los confíables valedores que desde tiempos de Tin Tan y el carnal Marcelo, existen dentro de nuestra cartografía mitológica.
El Circo, fue el primer disco de rock en español del que tengo recuerdo alguno, fue mi primer acercamiento al punk y a la música tradicional mexicana, pero en ese momento sólo pasaba ante mi una explosión de sonidos y de fusiones culturales, que se unían para ser el telonero de una obra intensa, decadente, humorística, cruda y sobre todo real. El Circo y el primer disco hoy en día se escuchan reales, vivos dentro del imaginario colectivo. Siguen definiendo muchas posturas y realidades políticas, injusticias sociales y temas que hoy en día se encuentran dentro de los reflectores nacionales. Invocan al hoy fantasma de Monsi, y al fantasma de Tin Tan, mientras nos llevan en un recorrido por Chapultepec, La Latino y Coyoacán.
Son lugares muy cotidianos, son nuestros lugares. Aquí el equivalente de los suburbios pueden ser monumentos como el Juguetibici de Coapa, El Showbiz Pizza Fiesta, o el cine Disney, aquellos lugares que invocan un tiempo sepultado por 20 años o más de un lugar que ya todavía existe y alguna vez fue real. Hoy es sólo un figmento de la imaginación, de aquel paseo familiar que alguna vez diste por esas calles y avenidas, esos puentes y viaductos que llevaban tus pensamientos y tu espíritu a otro lugar. En un México, del cual me acuerdo poco, pero sé que existió.
Nos leemos pronto
Sé que ese México que retratan en sus primeros dos discos realmente existió. Del primero recuerdo poco, sin embargo se que existen esos rincones donde se esconden miles de historias cotidianas de amor, muerte, crónicas de humor y sobre todo aventuras de los confíables valedores que desde tiempos de Tin Tan y el carnal Marcelo, existen dentro de nuestra cartografía mitológica.
El Circo, fue el primer disco de rock en español del que tengo recuerdo alguno, fue mi primer acercamiento al punk y a la música tradicional mexicana, pero en ese momento sólo pasaba ante mi una explosión de sonidos y de fusiones culturales, que se unían para ser el telonero de una obra intensa, decadente, humorística, cruda y sobre todo real. El Circo y el primer disco hoy en día se escuchan reales, vivos dentro del imaginario colectivo. Siguen definiendo muchas posturas y realidades políticas, injusticias sociales y temas que hoy en día se encuentran dentro de los reflectores nacionales. Invocan al hoy fantasma de Monsi, y al fantasma de Tin Tan, mientras nos llevan en un recorrido por Chapultepec, La Latino y Coyoacán.
Son lugares muy cotidianos, son nuestros lugares. Aquí el equivalente de los suburbios pueden ser monumentos como el Juguetibici de Coapa, El Showbiz Pizza Fiesta, o el cine Disney, aquellos lugares que invocan un tiempo sepultado por 20 años o más de un lugar que ya todavía existe y alguna vez fue real. Hoy es sólo un figmento de la imaginación, de aquel paseo familiar que alguna vez diste por esas calles y avenidas, esos puentes y viaductos que llevaban tus pensamientos y tu espíritu a otro lugar. En un México, del cual me acuerdo poco, pero sé que existió.
Nos leemos pronto
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