jueves, 2 de agosto de 2012

Destruye Hogares.


Destruye Hogares

Llegué con miedo a querer tener algo que creí siempre fue mío. Aunque nunca no le tocado, ni me pertenece. Una pertenencia metafísica a creer algo que es mío y me identifica a hacia lo que soy y hacia lo que somos nosotros.

Llegué con miedo a escuchar un disco que tiene mucha historia por detrás. Una promesa de destruir lo que conocemos, los recuerdos familiares,  guardar algunas fotografías viejas en armarios para dejarlas tomar edad y peso.

Y entonces estaba ahí sentado frente al librillo de papel. Hacia un aparente recuerdo de una actividad pasada y de leyenda. Sentarse a escuchar por primera vez. Hacer nada mas que enfrentarse a un viaje nuevo, hacia algo que nos trae sentimientos encontrados de miles de noches que pasamos juntos entonando tus coros, grabando tus versos en nuestra propia piel.

“Voy  escribir una canción que hable de mi, que hable de todos
Que hable de todos los que tienen destrozado el corazón.”

Siempre fuiste un pasado reciente y ahí siempre estabas. Siempre deseamos estar ahí, mientras aquellas fotografías, que ahora se quemaron con el tiempo, las queremos borrar. Negaremos que han existido, que nunca quisimos que la historia fuera así. No puedo escribir sin ser visceral, sin tener que invocar la letra y la música de quien ha marcado el ritmo de varias generaciones en las exploraciones de nuestras curiosidades e idiosincrasias. Seguimos siendo infantiles, y hablamos de criaturitas, animalitos y dinosaurios. Nos seguimos riendo de la autoridad de nosotros mismos y nos hablamos tan feo que es amor puro.

He dejado de escuchar la música de Fobia por qué su historia es aquella relación tan atormentada que tenemos con la música pop. Nuestra historia personal se entrelaza en querer la complicidad de componer una canción, de ser nuestro propio chiste local. Nuestro propio club al que tú no perteneces, aunque lo desees.

Somos los comunes entre su pequeño club. Sin embargo, nosotros creamos el nuestro a dónde ellos no pueden entrar. Donde nosotros marcamos las pautas de nuestra propia canción y la relacionamos con nuestras propias experiencias y canciones.

Se llama “Destruye Hogares” y sus letras parecen lidiar con el pasado reciente. Son estas interminables discusiones que tienes con aquellos cómplices con los que un día decides unir melodías. Ahora esa complicidad parece que ya no existe, se difumina el mito en una realidad que nosotros quisimos construir. Somos humanos y nuestros mitos contemporáneos no llegaron al Olimpo, ni robaron el fuego de los dioses. Algunos parece que pagaron el precio de querer seguir adelante con el deseo impulsado en el ritmo de una canción. Es aquel sentimiento que nadie realmente te puede explicar por qué lo hace, pero sabes que está ahí.

Cargan y cargarán con sus historias de bateristas, de aquellos mundos felices que construíamos para aislarnos y refugiarnos de la maldad del universo. Siempre fue de alguna manera nuestra zona de confort y ahora parecía que ni siquiera eso estaba seguro.

El viaje era incierto pero asegurado. No sabía de que manera íbamos a llegar al otro lado. Solo tenía el conocimiento de que en 39 minutos algo iba a pasar, llegaríamos a otro lado y lo haríamos en la misma complicidad que lo habíamos hecho millones de veces. Hablo de la música como un acompañante, una explicación hacia explicar nuestra absurda existencia, un catalizador de nuestros sentimientos  y una razón de estar.

La música pop nos hace estar, nos valida nuestra persona, nuestros problemas y nuestras fantasías. Nos crea en un lugar en tiempo y espacio. Sabemos que al final de que la aguja cayó sobre el surco, nuestra vida nunca fue igual.

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