jueves, 11 de agosto de 2011

Lollapalooza 2011 - Parte 1 -

Fear And Loathing in Las Vegas, es un viaje que nunca podría reconstruirse sin el Dr. Thompson. Y sin embargo, tampoco estoy diciendo que mi presencia fue imprescindible para que Lollapalooza 2011, no pasará. Solamente pasó, vista desde esta óptica que, un par de días después, y con la resaca del viaje solamente presente en mis pies, todo lo demás se encuentra plasmado en recuerdos, en momentos interconectados a otras vidas, a otras experiencias y a otras cosas. Es difícil reconstruir la historia, que para su servidor había empezado una semana antes, en medio de noches sin dormir, extrañas incertidumbres y sobre todo un boleto que llevaba meses esperando con mi nombre, en espera de un viaje sin retorno. "Buy the ticket, take the ride..."

El molesto sonido que anunciaba el aterrizaje a la ciudad de Chicago, ya no sabía bien en que momento me encontraba, ni tampoco la ciudad. En medio de autobuses, aviones, metros e interminables avenidas, había caminado sin rumbo aparente, tratando de conectar las razones por las cuales hoy me encontraba ahí. Desconectado de la realidad, sin saber qué es lo que esta pasando en el mundo, no me interesaba saber qué el mundo se cae a pedazos y en medio de las llamas, los mercados económicos vuelven a desplomarse, cuando a mi me explicaron la crisis económica un sábado por la tarde, en medio de un par de cervezas, extraños conocidos se habían hecho mis amigos y mis cómplices de viaje. Estaba ahí unido con otras 90 mil almas, en medio del parque Grant, en aquel monstruo corporativo que te empaca la rebeldía, patrocinada por Sony y Toyota. Aquel festival apodado Walmart en el Lago y te ofrece excelente comida gourmet, una borrachera con vino y banderillas de langosta, mientras frente a tus ojos pasa todo desde un episodio de Jersey Shore, hasta los chavos alternativos perdidos entre los anaqueles de Urban Outfitters, que buscan una respuesta frente a un mapa musical, como si este tuviera poderes mágicos, aquellos que te llevan a encontrar los tesoros. El verdadero Santo Grial. O por lo menos alguna epifanía mientras un concierto de rock, te cambia la vida otra vez. 

 De alguna la historia se escribe de otras maneras de como la enseñaban en los libros de historia. Presenciar historia es ver a Big Audio Dynamite mientras te explica la crisis económica en 3 minutos y medio.


O mientras Damian Jr. Gong Marley uno de los 11 hijos del gran Bob, reinterpreta la música de su padre. A Perfect Circle, reimaginando Imagine como un extraño fondo musical para tiempos inciertos, y que en ese momento encapsulaban un aparente regreso a la nostalgia de una generación pérdida que terminó hace diez años y hace 20 empezaba con un evento como Lolla. Para los que estaban ahí, eran ellos quienes desafiarían al resto del mundo, por un lapso de tres días, nos encontramos en un universo alterno, nos unimos para cantar aquellas canciones y puedo asegurar que hasta lloramos con ellas. Le dimos las gracias a Perry, por haber instigado esta revolución, por haber iniciado la chispa que nos unía esos días. Nos hizo reconectarnos con nuestras propias raíces musicales, nos sacó al pasado de la cuarentena y nos dejó satisfechos con quienes somos hoy. Al terminar, mientras caminábamos por la avenida Columbus, con una sonrisa en nuestros rostros, lodo en nuestros tobillos, nos sentíamos conquistadores, sabíamos que ese boleto valió la pena cada centavo, que cada ampolla valió cada minuto de dolor, cada nota que escuchamos nos hizo sanar y nos trajo de regreso a nuestro hogar. De aquel que quisimos huir hace un par de días y como Holden Caufield, regresamos después de una visita al parque. Parece que sólo fue eso.




Nos leemos pronto.

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