Oficialmente llegó el 25 de diciembre, aunque a diferencia de Jesús o de Santa, The Fall nunca buscó ser un disco transformador o un salvador de nada. Simplemente fue concebido cómo un acompañante para el camino, una distracción de la soledad y alienación de la vida en el camino.
The Fall no es Gorillaz en su máxima extensión. Este disco es una exploración de Damon Albarn, por sus expediciones desde Malí, hasta Phoenix. Pequeñas viñetas musicales, que implican movimiento, y que se vuelven la banda sonora para un viaje imaginario, lleno de ocasos inolvidables, vistos desde un cuarto de hotel, una ventana de un camión o simplemente desde algún lugar escondido en nuestro imaginario colectivo creado con películas, canciones y fotografías de un lugar que nunca existió realmente.
Un poco de melancolía y añoranza, distintos estados de ánimo y distintos lugares. Damon nos invita una vez más a ser pasajeros con él, en un viaje por Norte América, en busca de nuevos sonidos, nuevas maneras de ver la música y de imaginar aquellos lugares de otra manera. Viajamos desde las frías temperaturas Canadá hasta la visión desértica, cinematográfica del desierto y la costa oeste. The Fall es una obra que lentamente va revelando un viaje de 32 días, por un lugar atemporal y casi ficticio, demanda que se escuche de día y de noche. El mayor encanto es que remite al escucha a volver a tomar ese viaje musical, a sumergirse a un mundo mágico, alejado del sonido del éxito y el glamour. The Fall, de alguna manera es una reflexión a aquella contraparte, que involucra la soledad, el aislamiento del mundo y aquel sentimiento de alienación, que afortunandamente sigue siendo la inspiración para grandes discos.
Nos leemos pronto.
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