Muchas veces los libros, los discos o los álbumes fotográficos son mundos encapsulados metafóricamente dentro de un espacio delimitado por papel, un luminoso disco o un archivo en un espacio inexistente. Son entradas a mundos completamente únicos y mágicos en donde cada elemento ya sea una canción, una fotografía o un capítulo forman parte de algo más grande.
Después de varios meses donde las labores prácticas ocupaban mi cuerpo y mi espíritu, hoy son ya figmentos del pasado que todavía siguen tratando de decodificar y decifrar lo que vendrá en el futuro, y hoy mientras escuchaba el segundo disco de Led Zeppelin todo cobro sentido en el rompecabezas. Hacía unas semanas, le dije a George, que este podría ser uno de mis discos que me llevaría a una isla desierta. ¿Alguna vez lo ha imaginado querido lector? ¿Cuál sería el disco que uno se llevaría a una isla desierta? Donde por casualidades de un destino Gilliganesco, existiera algún tipo de reproductor, seguramente improvisado por cocos y lianas, que en otros momentos sería el aplauso de toda un clan de macacos.
Esa lista me imagino que sería larga y otro día a otra hora podría transformarse en el Born to Run de Bruce Springsteen, Leche o Mundo Feliz de Fobia, London Calling o Sandinista!. La lista es muy larga, y probablemente en este escenario más allegado a Lost, viviría en un estilo de ascetismo musical (es decir sólo con discos como una posesión material). Ramble On suena en este momento y describe perfectamente este momento de infusión de ideas, en el que todos los pensamientos e ideas conviven y se mezclan.
El reencuentro con este espacio se da hoy, acompañado por interminables acordes y melodías pegajosas, que se atan a nuestro ser y nos desgarran con sabiduría. Son marcas que nos dejan marcados de por vida y nos crean una identidad. Por lo pronto, nuestros oídos se mantendrán abiertos y a la expectativa de nuevos sonidos.
Gracias por estar aquí.
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